Definamos primero que es la perseverancia; es la capacidad de una persona para mantenerse firme en una decisión tomada o trabajar de manera constante para conseguir una meta sin llegar a renunciar, incluso frente a los obstáculos más difíciles.
El apóstol Pablo, lo dice en Filipenses 3:13-14 (VRV)
“Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, 14 prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.”
Olvidando lo que queda atrás, de aquellas cosas que nos avergonzamos, y enfrentado la tensión de lo que hemos sido y de lo que queremos ser, a pesar de esto siempre nuestra esperanza está en Cristo. Podemos olvidar la culpa pasada y proyectarnos a lo que Él nos ayudará a ser.
Mi consejo es “No debemos estancarnos en nuestro pasado”. Más bien, crecer en el conocimiento de Dios, concentrándonos en la relación que tenemos con Él ahora.
En Lucas 9:62 (VRV) “Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.” ¡No debemos mirar hacia atrás, siempre adelante! No debemos tenerle miedo al futuro porque Dios está con nosotros y si Él está con nosotros quien, contra nosotros.
Dios nos ha prometido una corona para el que persevera en Él, en su palabra nos dice en Mateo 25:21 “Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.” Ni el profeta Moisés ni el apóstol Pablo, renunciaron, sino que creyeron en Dios, como hijos del Rey de Reyes no debemos temer, pues con Cristo estamos seguros.
Cada día nuestra mente debe ser renovada proyectándonos hacia una vida plena y de mayor significado gracias a la esperanza en Cristo.
Finalmente perseveramos, manteniéndonos firmes, constantes, sin temor a los obstáculos que se nos presenten en nuestro diario caminar, con una meta y propósito final que es que alcancemos el premio al supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.