¿Suena duro pensarlo verdad? Pero, te tengo una buena noticia: ¡Alégrate! , porque significa que estás en el proceso de ser transformado por Nuestro Amado Señor Jesús. La Palabra de Dios siempre va a chocar con aquellos aspectos en tu vida que NO has permitido que hayan sido sanados.
Uno de los grandes problemas que tiene hoy en día el creyente es “la capacidad de convencerse así mismo de que lo que ha escuchado es Palabra de Dios, cuando en realidad no lo ha sido”. Esto sucede cuando desea algo con tanta pasión, que puede fácilmente convencer a otros de que Dios mismo está detrás de sus proyectos y que es El quien le habla con respecto a ellos. Cuando Saúl perseguía a David, y ya hacía un tiempo que el Espíritu de Dios se había apartado de él, vinieron a decirle dónde se escondía el fugitivo pastor de Belén. El rey exclamó: “Benditos seáis vosotros de Jehová, que habéis tenido compasión de mí” (1S 23:21). En otras palabras les dijo: “Gracias a Dios que los envió para decirme dónde se encuentra David y así poder matarlo”. ¡Qué horror! Tú y yo sabemos que esto no venía de parte de Dios.
En cambio, una de las características que vemos en las Escrituras, es que la Palabra incomodaba al que la recibía. Hasta le podía parecer escandalosa o ridícula. Piense en Moisés argumentando con Dios frente a la zarza. Piense en Sara que se reía de la propuesta de un embarazo en su vejez. Piense en Jeremías confundido por el llamado de Dios. Piense en Jonás, que huyó de la presencia de Dios. Piense en Zacarías frente al anuncio de un hijo. Piense en el joven rico, que se fue triste porque tenía mucho dinero. O piense en los que dejaron de seguir a Cristo, porque sus palabras eran muy duras. La lista es interminable. En todos hay un común denominador: cuando Dios habló, se sintieron incómodos, indignados, desafiados, escandalizados….¡pero nunca entusiasmados!
Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor! Nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua. Y Jehová le respondió: ¿Quién dio la boca al hombre? ¿O quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo Jehová? Ahora pues, ve, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar. Éxodo 3:10-12. Dios desea transformarte y esto incomoda.