¿Cómo mira Dios nuestras batallas?

Luego David regresó al arroyo de Besor y se encontró con los doscientos hombres que se habían quedado rezagados porque estaban demasiado cansados para seguir con él. Entonces salieron para encontrarse con David y con sus hombres, y David los saludó con alegría. 1 de Samuel 30:21

Al mirar esta historia Bíblica pienso que el gran Rey David estaba quizá en su peor momento, tal vez nunca pensó que desde que aquel profeta entro en su casa y lo ungió como el escogido por Dios para gobernar Israel fuera a pasar por tantas cosas difíciles, tantas pruebas. Pero al mirar esta historia con calma, y muchas otras más de David huyendo por el desierto, me doy cuenta que Dios estaba formando el carácter, la paciencia, la fortaleza y la fe de quien va a estar puesto en un lugar de mucha responsabilidad. No podía el niño pastor de la casa Isaí solo con su entusiasmo estar al frente de semejante tarea (ser rey del pueblo de Dios), definitivamente necesitaba formarse.

Cuando David vivió en el desierto, en la cueva de Adulam, huyendo de Saúl, se juntan a él un grupo de hombres que le siguen. En el desierto hay escasez, también hay lucha y guerra por la vida, el desierto era el refugio de indeseables, ladrones, asesinos, y espiritualmente es un lugar donde debemos pelear, esforzarnos, tal como lo hizo Jesús durante cuarenta días antes de iniciar su ministerio.

Y es aquí donde David aprende la gran lección de servir a otros, de sacrificarse por otros que quizá no lo merezcan a simple vista, aprende a amar a pesar de, y nos deja una valiosa lección de vida.

Una de sus tareas era proteger a estas personas que le seguían y a sus familias de pueblos enemigos, y dice la Biblia que Cuando David y sus hombres llegaron al tercer día a Siclag, los de Amalec habían invadido el Neguev y Siclag, habían asolado a Siclag y le habían prendido fuego, se habían llevado cautivas a las mujeres y a todos los que estaban allí, del menor hasta el mayor, pero a nadie habían dado muerte, sino que se los llevaron y siguieron su camino. Llegó, pues, David con los suyos a la ciudad, y se encontró que estaba quemada, y que sus mujeres, sus hijos e hijas, habían sido llevados cautivos. Entonces David y la gente que lo acompañaba lloraron a voz en cuello, hasta que les faltaron las fuerzas para llorar. 1 de Samuel 30:1-4.

Pero David recordó lo aprendido en casa de su padre, recordó quien fue aquel que un día lo llamo a servirlo y le mostró su amor inagotable. Acudió a Dios en medio del desierto.

David se angustió mucho, porque el pueblo hablaba de apedrearlo, pues el alma de todo el pueblo estaba llena de amargura, cada uno por sus hijos y por sus hijas. Pero David halló fortaleza en Jehová, su Dios… 1 de Samuel 30:6.
… y David consultó a Jehová diciendo: – ¿Perseguiré a esta banda de salteadores? ¿Los podré alcanzar? Él le dijo: –Síguelos, porque ciertamente los alcanzarás, y de cierto librarás a los cautivos. 1 de Samuel 30:8
Entonces David decide ir tras ellos…

Partió, pues, David, junto a los seiscientos hombres que lo acompañaron, y llegaron hasta el torrente del Besor, donde se quedaron algunos. David siguió adelante con cuatrocientos hombres; pues se quedaron atrás doscientos que, cansados, no pudieron pasar el torrente del Besor. 1 de Samuel 30:9-10

Si miramos con calma, vemos un escenario donde doscientas personas a las cuales les habían raptado sus esposas e hijo no pudieron continuar adelante para rescatarlos, tal vez por falta de fe, al pensar que ya todo estaba perdido y solo se desgastaban persiguiendo una ilusión, o seguramente otros por debilidad física y emocional, y finalmente tal vez otros no tenían esposa e hijos y sencillamente decidieron no perder tiempo.

Como es posible que deje a mi esposa y a mis hijos cautivos y yo aquí me quede, he fallado, un divorcio, pecado sexual, alcoholismo, perdí mi trabajo, mi casa, mis hijos están en rebeldía, o estás por ir a la cárcel, te sientes rezagado, derrotado y miras a los que avanzaron, ¿Por qué soy un perdedor? ¿Por qué soy así? ¿Por qué no cambio?

Pero no era eso un motivo para que David se desanimara, él había creído a Dios y sabía que debía seguir adelante así fuera solo, porque finalmente lograría recuperar a las mujeres y niños, por eso junto a sus cuatrocientos hombres continuó la persecución y en el camino los encuentra, David ataca y pelea por 12 horas y recupera TODO lo que se le había quitado y se apodero de todo lo que el enemigo tenia.

UNA BATALLA PERFECTA, los alcanzaron, recuperaron y trajeron de vuelta sus seres queridos y además los bienes materiales.

Llegó David a donde estaban los doscientos hombres que, muy cansados para seguirlo, se habían quedado en el torrente del Besor; y ellos salieron a recibir a David y al pueblo que con él estaba. Cuando David llegó, saludó a la gente en paz. 1 de Samuel 30:21.

Dios siempre regresa al arroyo de Besor, vuelve a aquellos que piensan que no pueden recuperar lo que perdieron, que creen que no merecen nada, que piensan ¡no hay lugar para mí!, yo no pertenezco a este lugar, etc. Tal vez los hombres que se quedaron sintieron vergüenza, sintieron en sus corazones que no eran dignos, pero la actitud de David los reconforto, los saludo en paz, se gozó también con ellos, justifico aun su conducta manifestando que no todos podían a la persecución pues alguien debía quedarse a vigilar lo que había en casa. David miro más allá y justifico al cansado, y eso levanto la moral de la gente, era el bálsamo que necesitaban sus almas cansadas.

No importa cuál sea nuestra situación, si estamos en el Arroyo de Besor debemos entender que Dios tiene una segunda oportunidad para nosotros y volvernos a Él es el primer paso para continuar en pie de batalla.