Muchos son los males que hoy en día afectan a la humanidad; uno de los más preocupantes es el que tiene que ver con todo aquello que rodea a los niños de esta generación. Muchas veces no prestamos atención a ciertas amenazas porque pensamos que no son tan peligrosas como, por ejemplo, la música. Las canciones y la música siempre han jugado un papel importante en el aprendizaje y la comunicación de la cultura.
Los niños aprenden según lo que ven y lo que oyen, por eso, durante los últimos 30 años, algunos programas de televisión infantil han combinado con mucha eficacia las palabras, la música y los dibujos animados logrando un mejor aprendizaje. Pero igualmente la música tiene el potencial de ser una gran influencia en la vida de un niño. Según la Kaiser Family Foundation, un niño promedio escucha más de dos horas y media de música diariamente.
En la ciudad de Cali por ejemplo, impresiona mucho ver a niños entre 3 y 5 años, a quienes ya les gusta el reggaetón, el perreo, el choque y otros tantos ritmos inapropiados par asu edad. Hay niños que cantan todas esas canciones repitiendo cada obscenidad incluida en sus letras. En el caso del reggaetón, la mayoría de las canciones presentan una imagen distorcionada de la sexualidad lejana a las consecuencias de la irresponsabilidad, tales como el embarazo no planificado o las enfermedades de transmisión sexual.
De acuerdo con un estudio publicado por la Revista Pediatrics titulado «La exposición a letras de canciones denigrantes versus las no denigrantes y el comportamiento sexual entre los jóvenes», los niños y adolescentes que escuchan letras sexuales denigrantes son más propensos a involucrarse en comportamientos sexuales de alto riesgo. Las letras deshonrosas tienden a deshumanizar a ambos sexos, representando a los hombres como impulsados siempre por el sexo y a las mujeres como objetos sexuales.
En el caso del rock, cuando las letras de las canciones se centran en la muerte y el suicidio, pueden hacer parecer que esa es una buena solución a los problemas, advierte La American Academy of Child and Adolescent Psychiatry. Según un artículo publicado por la Revista Pediatrics «el heavy metal y ciertos tipos de música rock han sido asociados en algunos estudios con un mayor riesgo de suicidio». Y en el caso del heavy metal, según un estudio publicado en el Journal of Personality and Social Psychology, las letras violentas incrementan tanto los pensamientos como los sentimientos agresivos. El estudio también advierte: «La exposición repetida a letras violentas puede contribuir al desarrollo de una personalidad agresiva».
Los niños cuando están en proceso de aprendizaje, manifiestan una personalidad propia. Ellos empiezan a crear su propia identidad, la cual se basa en lo que ven y en lo que escuchan, y pueden correr el riesgo de alejarlos de los propósitos de Dios. A medida que van creciendo el problema se manifiesta y la música se convierte en un «refugio», que puede llegar a convertirse en un centro de atención equivocado en la vida de los chicos, quienes a medida van creciendo y llegan a la adolescencia, configuran sus actitudes según sus cantantes favoritos.
En conclusión, no toda la música es riesgosa y mala; malo es el descuido de los padres frente a lo que sus hijos ven y escuchan, el abandono de lo que niños y jóvenes toman como ejemplo en la televisión y en Internet, y la falta de amor que demuestran algunos padres al gozarse de sus hijos cuando éstos gritan groserías y bailan con el libertinaje de la gente adulta. «El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; Mas el que lo ama, desde temprano lo corrige», Prov. 13.24.
Cada niño y cada niña debería tener el mejor ejemplo para su vida; que sus padres sean el reflejo del Señor Jesús, como ejemplo de santidad y amor, para que en un futuro, cuando crezcan, cada hijo pueda decir «Pero yo cantaré de tu poder, y alabaré de mañana tu misericordia; Porque has sido mi amparo y refugio en el día de mi angustia» Sal. 59.16.