Es interesante observar que este animalito por su conformación física, le es casi imposible vivir en comunidad. Son seres solitarios pues con excepción de una franja pequeña en su abdomen y la palma de sus manos, están llenos de filosas púas las cuales no facilitan el acercamiento entre ellos.
Los expertos en estos animales nos informan que el apareamiento implica todo un arte para ellos, y le llaman “danza”. En la época de celo durante el año, el macho y la hembra se atraen y se acercan cuidadosamente, y se preparan para una danza que solo los expertos en estos animales han podido observar.
Se paran sobre sus patas, que no tienen púas y comienzan a acercarse poco a poco quedando de frente el uno con el otro. Estando con sus patas levantadas se apoyan en las manos del otro y comienzan a danzar suavemente acercándose hasta contactarse vientre con vientre. Sus púas han sido retraídas al máximo.
Con mucho cuidado van aproximándose hasta que logran la copula sin herirse el uno al otro .Luego se separan. La hembra criara los cachorritos y el macho volverá a su vida solitaria.
Que parecido con nuestra vida de pareja, familiar y social. Como seria de bueno el poder aproximarnos al otro retrayendo las púas humanas. La critica destructiva, el nomeimportismo, el resentimiento, la agenda del pasado siempre presente y danzar parados y tocándonos con aquellas patas y manos que no tienen púas, y que son equivalentes al perdón, la aceptación y el genuino interés por el otro.
No tratemos de limar y eliminar a la fuerza las púas del otro o mostrar las nuestras. El pecado que está en nuestra naturaleza de puercoespín, debe ser sometido a la obra del Espíritu Santo que produce el fruto de una manera nueva de vivir. De esta manera podremos invitar a danzar y producir frutos.
“No nos cansemos pues de hacer bien, pues si no desmayamos a su debido tiempo cosecharemos abundantemente” Gálatas 6:9