El evangelio de Mateo nos muestra al Señor Jesucristo como el MESÍAS de Dios esperado, el Gran Rey de Reyes, el Soberano de todos los reyes de la tierra, el Rey más Grande, más Sublime, más Maravilloso de todos; el Único que tiene un Reino Sempiterno. Su Genealogía tenía que mostrar eso. Tenía que mostrar los nombres de los antepasados que corroboran su linaje judío, como descendiente del gran rey David y del gran Patriarca Abraham. En la Biblia regularmente las mujeres no son mencionadas en las genealogías bíblicas. Vale la pena notar que Jesucristo es quien le devuelve a la mujer su valor como mujer, como ser humano, creada a imagen y semejanza de Dios, igual al hombre. Jesús rescata eso en la mujer. Valores que se habían perdido en la época de Jesús y que aún hoy en día, en muchos países, aún perduran y , por eso, continuamos viendo mujeres abusadas, violentamente tratadas y reprimidas.
De acuerdo con Mateo 1:1-16:
«1 Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham. 2 Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob, y Jacob a Judá y a sus hermanos. 3 Judá engendró de Tamar a Fares y a Zara, Fares a Esrom, y Esrom a Aram. 4 Aram engendró a Aminadab, Aminadab a Naasón, y Naasón a Salmón. 5 Salmón engendró de Rahab a Booz, Booz engendró de Rut a Obed, y Obed a Isaí. 6 Isaí engendró al rey David, y el rey David engendró a Salomón de la que fue mujer de Urías. 7 Salomón engendró a Roboam, Roboam a Abías, y Abías a Asa. 8 Asa engendró a Josafat, Josafat a Joram, y Joram a Uzías. 9 Uzías engendró a Jotam, Jotam a Acaz, y Acaz a Ezequías. 10 Ezequías engendró a Manasés, Manasés a Amón, y Amón a Josías. 11 Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, en el tiempo de la deportación a Babilonia. 12 Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, y Salatiel a Zorobabel. 13 Zorobabel engendró a Abiud, Abiud a Eliaquim, y Eliaquim a Azor. 14 Azor engendró a Sadoc, Sadoc a Aquim, y Aquim a Eliud. 15 Eliud engendró a Eleazar, Eleazar a Matán, Matán a Jacob; 16 y Jacob engendró a José, marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo«.
Cuando un rey terrenal publica su genealogía, se destacan en ella figuras notables, hombres eminentes, mujeres ejemplares. No hay en la tierra un monarca que quiera exhibir entre sus ancestros a gente de dudosa reputación y mucho menos, en los judíos, a mujeres. Sin embargo, además de la virgen María, Mateo mencionó a cuatro de ellas en su genealogía acerca de Jesús. Esto es muy interesante, porque en la genealogía del evangelio de Lucas no se menciona a ninguna mujer.
Lo maravilloso de este capítulo es que nos muestra entre los antepasados de nuestro Señor Jesucristo a cinco mujeres, incluyendo su madre. Todas ellas presentan características notables. Pero las cuatro primeras destacan no necesariamente por su buen ejemplo. Ellas son: Tamar, Rajab (Rahab en el Antiguo Testamento), Rut y Betsabé (la que fue mujer de Urías). ¿Por qué se menciona a estas cuatro mujeres? Estudiémoslas:
Tamar. Génesis 38. Mujer cananea, nuera de Judá por haber sido esposa de su difunto hijo, la cual con engaños hizo que su suegro engendrara en ella a Fares. Pero a Tamar le asistía el derecho de levirato, que consistía en que si fallecía un hombre sin dejar simiente, su hermano siguiente debía tomar a la viuda para suscitar descendencia a su hermano, pero su suegro le negó tal derecho. Por esta razón, cuando Judá se enteró de que la mujer con la cual él había tenido coito era su nuera, la consideró más justa que él.
Es la historia trágica de una mujer que tuvo dos maridos, uno después de otro. Ambos fueron hombres malvados, a los cuales el Señor enjuició y quitó la vida. Tamar no tuvo hijos de ninguno de ellos. Del segundo -Onán- pudo haberlo tenido, pero dice la Escritura que, en el momento de la relación sexual, éste vertía en tierra para no engendrarle hijos.
¿Pueden ustedes imaginar una humillación más grande para una esposa que, según la tradición judía, ansiaba tener muchos hijos? Pecado de Onás: su deliberada negativa a tratar a la viuda de su hermano justamente, dándole hijos.
Muerto su segundo esposo, Tamar se quedó desolada y triste, como no podemos imaginarnos. Según la ley, Judá, su suegro, debía darle el tercero de sus hijos como marido, en lugar de los que había perdido. Pero él no quiso hacerlo. Pensó: «Si le doy éste, también morirá». Y Tamar se quedó en la casa de su padre como cuando era soltera, viendo cómo los años pasaban, sin marido ni hijos. Allí ideó un plan, y según este plan, ella se puso al alcance de Judá, para que su propio suegro engendrara hijos en ella. Judá, sin advertir que era su nuera, engendró hijos en Tamar, y así nacieron Fares y Zara.
Aplicación: Indudablemente, Tamar no forma parte de la genealogía de Jesús porque haya sido una mujer virtuosa, sino más bien porque fue una mujer que lloró las lágrimas más amargas, a la cual Dios miró con misericordia. Su nombre no debería estar allí, pero está. Qué lindo! Este Rey, Jesús, el Rey de reyes y Señor de señores, no se avergüenza de que Tamar, esta mujer doliente y sufrida, aparezca mencionada entre su familia, como tampoco se avergüenza de que tu nombre y el mío estén inscritos en el libro de la vida! Onás, no la trató justamente, en cambio, Nuestro Señor Jesucristo la trató con justicia.
¡Cuántas Tamar han sido llamadas a formar parte de la familia de Dios!
Cuántas injusticias vivimos a diario en nuestra vida. La justicia clama, da voces, grita por las calles.. Y cuántas veces nosotros nos quedamos quietos, no hacemos nada frente a la injusticia. Decimos, mejor no hago nada, no sea que me pase algo a mí. Mejor dejo las cosas así. Que las arreglen otros. Qué buen ejemplo encontramos en Tamar. Ella no se quedó quieta frente a la injusticia, ella actuó, hizo valer sus derechos y Dios la respaldó. Ella no temió ni siquiera a la muerte. Estuvo a punto de ser quemada por su pecado (fornicación). Pero, Nuestro Dios maravilloso, permitió que su simiente quedara grabada dentro de la genealogía de Nuestro Amado Jesús. Ni hablar de Judá. ¡Cuántos hombres indignos, como Judá, este hombre de corazón duro, son mencionados con honra en las Escrituras! Se dice, por ejemplo, de Jesús, que es el león de la tribu de Judá. Allí está Judá, un hombre casi indigno de ser mencionado. Pero, su nombre, saben ¿qué significa? Alabanza. Y Judá, de los doce hijos de Jacob, fue el único que estuvo dispuesto a dar su vida por su hermano Benjamín, en caso de que José lo retuviera en Egipto. Qué misericordioso el Dios que tenemos.
Hay algo hermoso también en el nombre de Tamar. Su nombre significa Palmera, Protección. (Recordar a Débora la jueza, por lo tanto, su nombre significa también Justicia). Actuó con justicia y Dios hizo justicia en ella.
Aplicación: Indudablemente, Tamar no forma parte de la genealogía de Jesús porque haya sido una mujer virtuosa, sino más bien porque fue una mujer que lloró las lágrimas más amargas, a la cual Dios miró con misericordia. Su nombre no debería estar allí, pero está. Qué lindo! Este Rey, Jesús, el Rey de reyes y Señor de señores, no se avergüenza de que Tamar, esta mujer doliente y sufrida, aparezca mencionada entre su familia, como tampoco se avergüenza de que tu nombre y el mío estén inscritos en el libro de la vida! Onás, no la trató justamente, en cambio, Nuestro Señor Jesucristo la trató con justicia.
¡Cuántas Tamar han sido llamadas a formar parte de la familia de Dios!
Cuántas injusticias vivimos a diario en nuestra vida. La justicia clama, da voces, grita por las calles.. Y cuántas veces nosotros nos quedamos quietos, no hacemos nada frente a la injusticia. Decimos, mejor no hago nada, no sea que me pase algo a mí. Mejor dejo las cosas así. Que las arreglen otros. Qué buen ejemplo encontramos en Tamar. Ella no se quedó quieta frente a la injusticia, ella actuó, hizo valer sus derechos y Dios la respaldó. Ella no temió ni siquiera a la muerte. Estuvo a punto de ser quemada por su pecado (fornicación). Pero, Nuestro Dios maravilloso, permitió que su simiente quedara grabada dentro de la genealogía de Nuestro Amado Jesús. Ni hablar de Judá. ¡Cuántos hombres indignos, como Judá, este hombre de corazón duro, son mencionados con honra en las Escrituras! Se dice, por ejemplo, de Jesús, que es el león de la tribu de Judá. Allí está Judá, un hombre casi indigno de ser mencionado. Pero, su nombre, saben ¿qué significa? Alabanza. Y Judá, de los doce hijos de Jacob, fue el único que estuvo dispuesto a dar su vida por su hermano Benjamín, en caso de que José lo retuviera en Egipto. Qué misericordioso el Dios que tenemos.
Hay algo hermoso también en el nombre de Tamar. Su nombre significa Palmera, Protección. (Recordar a Débora la jueza, por lo tanto, su nombre significa también Justicia). Actuó con justicia y Dios hizo justicia en ella.
Rahab:
Josué 2: 1-24. Mujer prostituta de Jericó, que a la llegada de unos israelitas, creyó en Jehová y por lo tanto les ayudó para que no fueran capturados por los hombres de Jericó. Este acto le fue contado por fe (“Por la fe no pereció la prostituta Rajab junto con los incrédulos, porque recibió en paz a los espías” Hebreos 11:31).
¿Qué diremos de la segunda mujer, Rahab? ¿Cómo la mencionaremos? ¿Como la meretriz de Jericó? ¿Y qué significa «meretriz»? Digamos, la «ramera» de Jericó. Ella era una mujer cananea y vivía en Jericó.
Cuando el pueblo de Israel estaba a punto de entrar a la tierra prometida, Josué envió dos espías a Jericó. Ellos no fueron a golpear al palacio del rey. No, ellos fueron a un lugar donde podrían pasar inadvertidos: a la casa de una prostituta. ¿No era normal que entraran hombres a esa casa? Claro que sí. Era un sitio también de hospedaje. Allí estaba Rahab. Era una de las prostitutas de Jericó. Hospedadora, amplia, ancha.
Cuando Rahab recibió a los espías, se jugó la vida por ellos, porque los ocultó para que los enviados del rey no los sorprendieran. Ella dijo: «El Dios de ustedes va a tomar la ciudad. Aquí todos los hombres están temblando, sus corazones son como agua. Yo sé que el Dios de ustedes es el Dios verdadero. Por tanto, los voy a esconder. Pero una cosa les pido: cuando venga la destrucción sobre esta ciudad, tengan misericordia de mí y de mi familia». Y así ocurrió. El día en que vino la destrucción sobre Jericó, Rahab puso como señal un cordón de grana en la ventana, para que fuera visto de lejos por los israelitas. Entonces ellos dijeron: «Esa casa que está allí en el muro no puede ser tocada. Es la casa de Rahab».
Ellos no dijeron eso porque fuera la casa de un hombre insigne o de una mujer importante de la ciudad. No. Era la casa de Rahab. ¡Qué honra, qué salvación! ¡Qué honor! Y, cuando llegaron los israelitas arrasando todo lo que había con vida, ¿se imaginan ustedes al padre de Rahab diciendo a los guerreros israelitas: «Yo soy el padre de Rahab, así que usted no me puede tocar»? ¿O a una mujer diciendo: «Yo soy hermana de Rahab, soy intocable»? En ese momento, el nombre de Rahab era como un escudo para toda su familia. ¡He ahí una prostituta levantada al sitial de una mujer de fe, y mencionada también en Hebreos 11!
Aplicación: Hay mujeres a las cuales el pasado les aplasta. El pasado es como una cadena en el corazón o como una carga sobre su conciencia. Pero miren ustedes a Rahab, y verán cómo el pasado desaparece, cómo los pecados son borrados. Ese hilo de grana colgando de su ventana nos habla de la preciosísima sangre de Jesús, que limpia todos los pecados de una vez y para siempre. Ya no diremos Rahab la ramera, sino Rahab, la mujer justificada, santificada por la fe.
«Aconteció al año siguiente, en el tiempo que salen los reyes a la guerra, que David envió a Joab, y con él a sus siervos y a todo Israel, y destruyeron a los amonitas, y sitiaron a Rabá; pero David se quedó en Jerusalén.
Y sucedió un día, al caer la tarde, que se levantó David de su lecho y se paseaba sobre el terrado de la casa real; y vio desde el terrado a una mujer que se estaba bañando, la cual era muy hermosa.
Envió David a preguntar por aquella mujer, y le dijeron: Aquella es Betsabé hija de Eliam, mujer de Urías heteo.
Y envió David mensajeros, y la tomó; y vino a él, y él durmió con ella. Luego ella se purificó de su inmundicia, y se volvió a su casa.
Y concibió la mujer, y envió a hacerlo saber a David, diciendo: Estoy encinta.» (2 Samuel 11: 1-5)
Betsabé Esposa de Urías Heteo (los heteos pueblo de Asia Menor y del norte de Siria, que junto con los egipcios y los mesopotámicos, formaron parte de los tres grandes poderes a los que el naciente Israel tuvo que enfrentarse).
Con ella pecó el rey David. Después de la muerte del esposo, David la tomó por esposa y de ella nació el rey Salomón. Tuvo un papel relevante en asegurar que Salomón fuera el sustituto de David, cuando Adonías(el otro hijo de David) pretendía reinar en lugar suyo. Sabemos su historia. David la miró un día con ojos codiciosos, mientras el marido de ella estaba en la guerra. Y él, siendo el rey, la hizo venir y la ultrajó. Ella queda embarazada de esta relación. David trata de persuadir a su marido para que vaya a visitar a Betsabé y se acueste con ella. Pero, Urías, un guerrero maravilloso supo interponer el deber al placer. Por lo tanto, David tiene que enviarle mensajeros a la guerra para decirle que se coloque en la primera línea de batalla (lo hizo intencionalmente para que muriera), de tal manera que esa mujer quedara libre. Un negro pecado con terribles consecuencias.
Habiendo muerto Urías, y después de que Betsabé hizo duelo por su marido, David mandó a buscarla y se casó con ella. De esa relación ilícita, nació un niño. Cuando él nació, tanto Betsabé como David sabían lo que él representaba. Y dice la Escritura que el Señor hirió al niño, y estuvo siete días agonizando. Y en esos siete días de agonía, David no quiso comer, estuvo vestido de silicio, en señal de duelo por su hijo que se moría; y Betsabé también agonizaba…Finalmente, el niño muere.
Aplicación: Pensemos un momento en el dolor de Betsabé. No sólo había sido ultrajada por el rey; había quedado viuda, y había perdido a su hijo. Todas las desgracias imaginables para una mujer se le habían desencadenado de la noche a la mañana. Y el Señor misericordioso y compasivo, que se complace en consolar, la miró. Le dio otro hijo, y ese fue nada menos que Salomón, el heredero del trono. David tenía más de veinte hijos, pero Dios -dice la Escritura- amó a Salomón. ¿Por qué creen ustedes que Dios amó a Salomón? Salomón no era hijo de una mujer que pudiera exhibir grandes méritos delante de Dios. ¡Bendito es nuestro Dios! Salomón fue el hijo de una mujer ultrajada, que había sufrido desgracia tras desgracia. ¡Cuán grande es la misericordia de nuestro Dios!
BETSABE SIGNIFICA HIJA DE LA PLENITUD, SEPTIMA HIJA, HIJA DE UN ROBLE (era hija de Eliam, un guerrero del ejército de Israel). Cuando David era de edad avanzada, ella cooperó con Natán, el profeta, para asegurar la sucesión de su hijo Salomón al trono, por lo tanto, era guerrera, esforzada y valiente.
Amadas Hermanas, tú no escogiste la familia a la cual llegaste. Yo no escogí mis padres ni mis antepasados. Ninguno de nosotros eligió la familia a la cual vino. Pero, ¿sabes?, el Señor Jesús escogió a cada uno de sus antepasados. Así que veamos por qué escogió a éste y aquel, a ésta y a aquella. Cada elección de Dios es una obra de su gracia. La de ellos y la nuestra. Estas cuatro mujeres mencionadas, sin ser ejemplares, conocían el dolor (Tamar), eran despreciadas socialmente, Rahab), mujeres que podrían no ser consideradas dignas de integrar una genealogía tan excelente como la del Señor, por no ser judías, (Rut), mujeres ultrajadas (Betsabé). ¿Cuál es el tema de esta predicación? ¿De qué hablamos hoy, qué mensaje es éste? ¿»Cuatro mujeres», ése es el tema de nuestra predicación? No, no es sólo de cuatro mujeres: es la gracia de Dios, es el amor de Dios, es la misericordia de Dios.
Admiramos la belleza de Jesús, el Rey más grande, que no se avergüenza de estos hombres y estas mujeres. Mujeres sufridas, dolientes, fracasadas, heridas. Si él lo hizo con ellas, también lo puede hacer contigo, hermana. El Señor hace nuevas todas las cosas, El es capaz de transformar las lágrimas en gozo. ¡El Señor transforma la muerte en vida! Él venció a la muerte, se levantó glorioso de la tumba, para darnos esperanza de una nueva vida a todos nosotros. ¡Gloria a su santo Nombre! Resumiendo, resulta que Nuestro Amado Jesucristo fue descendiente de Tamar (la que con justicia procuró simiente para su difunto esposo), Rahab (la que habiendo sido prostituta, por la fe alcanzó misericordia), Rut (la que decidió tener por Dios a Jehová y servirlo, siendo Moabita de origen) y Betsabé (la que procuró el trono de su hijo Salomón), habiendo sido ultrajada. Así como ellas, procuremos la justicia, permanezcamos en la fe, sirvamos a Dios y luchemos por el Reino de Dios.
Nuestra condición es igual a la de estas mujeres. En el sentido, de que un día tu y yo estábamos apartados de Dios. Pero ahora, hemos alcanzado su gracia, su misericordia y tenemos su infinito Amor. “Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en la carne, erais llamados incircuncisión por los de la llamada circuncisión que es hecha con mano en la carne. Y acordaos de que en aquel tiempo estabais sin Cristo, apartados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, estando sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos habéis sido acercados por la sangre de Cristo” (Efesios 2:11-13).