Óxido Espiritual

 «Pondré fuego, la olla vacía sobre las brasas, para que su fondo se caldee y se queme, así se fundirá su suciedad y se consumirá su herrumbre» Ezequiel 24:11

Todos hemos tenido oportunidad de ver una olla oxidada. El tiempo y el óxido contamina y lentamente va destruyendo toda materia física. El no hacer la voluntad de Dios en nuestra vida, nos hace vivir una experiencia semejante. El óxido del pecado nos hace ser una vida, como una olla, llena de impurezas, donde otras vidas al igual que la comida en una olla oxidada, no pueden ser colocadas por el Señor para ser bendecidas y desarrolladas.

Dios llama al arrepentimiento cuando este proceso comienza a suceder. Nos invita al cambio y la limpieza y nos da la oportunidad de que con un simple raspado el óxido sea quitado. Sin embargo así como seguimos usando llaves, cerraduras levemente oxidadas, llega un momento que ya no funcionan. Así sucede con nuestras vidas cristianas, llega un momento que ya no funcionan, y se tornan pesadas. Las palabras de evangelización pesan en los labios, los pies no caminan en pos del Señor, los párpados no permiten abrir los ojos para estudiar la Palabra de Dios, y lo que es peor: comenzamos a oxidar lo que esta a nuestro lado.

«Aunque esa olla esta tan oxidada, que ya ni con fuego se purifica» Ezequiel 24:12

Podemos llegar a extremos de oxidación, que corremos el riesgo de ser desechados por inútiles. Sin embargo el Señor con sus hijos estará dispuesto a calentar no solo el fondo de la olla, sino que TODA LA OLLA, es decir, TODA TU VIDA PARA LIMPIARTE. No sera un simple raspado, sino que pondrá tus situaciones de cabeza, alterara tus planes y tus metas, porque todo esta oxidado, contaminado.

El temor a Dios, la Biblia, el arrepentimiento y la obediencia sera la respuesta que Dios inducirá por su amor a través de un intenso fuego sanador, limpiando el alma y restableciendo nuestra comunión con Él.

Piensa… Soy yo o los otros los que están oxidados espiritualmente.

«PORQUE NUESTRO DIOS ES FUEGO CONSUMIDOR» Hebreos 12:29