La mujer que tocó el manto de Jesús.

Los Evangelio a menudo mencionan a enfermos que tocaban a Jesús o a Jesús tocando a los enfermos. Era el contacto y la presencia de Jesús lo que importaba. Su toque tiene poder sanador porque Él se compadece de las debilidades humanas y él es la fuente de la vida y de la misericordia.

«Pero una mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre, 26 y había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor, 27 cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto. 28 Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva». (Marcos 5:25-28) 

El que busca la sanidad tiene la responsabilidad de acercarse a Cristo y permanecer en su presencia de una vez por todas, poner toda la confianza en Dios. Rendir totalmente su vida a Él, teniendo la seguridad de que Dios jamás nos defraudará. Mateo 17:20 dice: “Si tuvieras fe nada os será imposible.”

Con frecuencia Jesús comento sobre la naturaleza de la fe genuina. Él habla de una fe que puede mover montañas, permite realizar milagros y sanidades. ¿Cuál es esa fe de la que habló Cristo?

Veamos (4) puntos de esa fe que produce los milagros:

1.  La fe genuina es una Fe eficaz, que produce resultados. “Trasladará montañas”.

2.    La fe genuina es una creencia en la “fe” como una fuerza o un poder, sino que es una “fe en Dios”.

3.    La fe genuina es una obra de Dios dentro del corazón del creyente.

4.    Como la fe genuina es un don impartido por Cristo, es importante acercarse a Cristo y a su palabra, profundizar la consagración y la confianza en Él.

La mujer que tocó el manto de Jesús tuvo esa fe genuina… No le importaron los obstáculos y cuando oyó hablar de Jesús tomó la decisión de ir y tocar el borde de su manto porque decía: Si tan solo tocare su manto, seré salva y hacerlo quedo curada de su enfermedad.

Esta mujer fue valiente en su decisión de acercarse al Señor, pues tal acción pudo ser mal vista en esa época, incluso podría haber sido castigada o repudiada socialmente, sin embargo Jesús no vio su acto como una imprudencia sino como un «grito de auxilio» y un acto de fe genuina. Por lo tanto tenemos la confianza que al acercarnos a Jesús para «tocarlo», será él quien realmente nos toque y sane nuestra vida. El corazón de Jesús sigue siendo el mismo; él quiere sanar, restaurar y dar vida. Él es el mismo ayer, hoy y siempre.