¿Sabe usted en dónde está su hijo o hija en este momento? Quizás sí sabe. Pero cuando llega la noche del viernes, por ejemplo, y su hijo o hija le dicen… «Me invitaron a salir…» Usted ¿Realmente sabe a dónde van? ¿Sabe qué harán realmente? ¿Con quién estarán?
Permítame llamar su atención en cuanto a la relación con sus hijos y su comunicación con ellos… Porque a pesar que usted crea tener el control, quizás hay mucho por tener en cuenta.
La Biblia dice en 2 Samuel 13: 1-22 que el rey David pensaba que sabía en donde estaban sus dos hijos Ammón y Tamar; pero lejos estaba de imaginar que un abominable hecho estaba ocurriendo entre ellos: Ammón se encontraba violando a su media hermana Tamar.
Lamentablemente David, en su faceta como padre de familia, fue un desastre… y sufrió una malaventura que todavía se repite en miles de hogares en los que existe un inmenso abismo que separa a los padres de los hijos. Madres perdidas en agendas laborales o en citas personales, padres hipnotizados en pagar deudas o en «sacar adelante» a la familia, cuando realmente la llevan a la ruina espiritual. David también andaba muy ocupado haciendo de su empresa el mejor reino cuando violaron a su hija y mataron a su hijo.
Lo que pasó en la familia de David, pasa hasta en las mejores familias y le puede pasar a cualquiera de nosotros, seamos padres o hijos. Si el rey hubiera conocido a su hijo Ammón, hubiera sido consciente de su rebeldía, de su astuto corazón y de las malas amistades que lo rodeaban. Si David hubiera protegido a su hija Tamar, nunca la hubiera dejado salir del palacio y nunca le hubiera enviado a la casa de su atrevido medio hermano.
No es solo cuestión de tiempo: no se trata de pasear con los hijos, enseñarles lo poco o nada de lo que usted ha vivido… lo que «la vida le ha enseñado»… No basta con premiarlos por su buen comportamiento… No basta con que saquen buenas calificaciones… Y por parte de los hijos, no basta con obedecer para que los padres dejen de cantaletear… No basta con que nos premien por hacer lo que debemos hacer.
¿Qué esperanza puede tener un padre si ve que ha cometido muchos errores con sus hijos? Quizás un cambio en la actitud de los padres, o quizás una terapia familiar… Pero lo que tanto padres como hijos debemos entender es que el cambio no será espontaneo en nosotros, porque la Biblia dice que somos seres imperfectos. Una familia sólo puede ser transformada, desde sus mismos corazones, por DIOS: «El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres» (Malaquías 4:6 – RV. 60).
¿Pero cómo se podrá hacer realidad esto? Es clara la parte del PADRE: «Yo soy Jehová, Dios de todo ser viviente, ¿acaso hay algo que sea difícil para mí?» (Jeremías 32:27 – RV. 95). Pero es nuestra parte la que debe ser genuina, constante y radical: «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es» (2 Corintios 5:17 – RV. 60). Y lo que enseña la Biblia es lo que debe regir nuestra vida; para los niños dice: «Instruye al niño en su camino» (Proverbios 22:6 – RV. 60), para asegurar toda una vida de principios. En el caso de los más grandecitos que aún dependen de los padres: «La necedad está ligada en el corazón del muchacho; Mas la vara de la corrección la alejará de él.» (Proverbios 22:15 – RV. 60); Y a los hijos les dice «Obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo.» (Efesios 6:1– RV. 60).
LO IMPORTANTE NO ES ENSEÑAR A OBEDECER… ES ENSEÑAR EL TEMOR DE DIOS (2 Corintios 7:1). Los padres deben enseñar a CRISTO, así, los hijos obedecerán a sus padres y también, al mismo Dios. Haciendo esto, usted como padre tendrá una verdadera intimidad con sus hijos y estará más tranquilo la próxima vez que ellos no estén con usted.