Los niños necesitan normalmente vacunas que les producen dolor. Ellos no entienden que si las inyecciones les duelen, también las protegen de graves enfermedades. Ellos creen que el Doctor los está atacando y que la persona que los ama (sus padres) lo están permitiendo. Toda esta experiencia nos da una pequeña idea de como Dios trata a sus hijos. Esta ilustración nos ayuda a contestar una de las preguntas que más formulamos cada vez que nos suceden cosas:
¿Dónde está Dios?
La Biblia nos habla que cuando los Israelitas sufrían penalidades, Dios por lo general hacia manifiesta su presencia. Se situaba justo en medio de ellos. Asimismo, el profeta Isaías apunta a la venida de Jesucristo y su capacidad para identificarse con nuestras necesidades: «En toda angustia de ellos él fue angustiado» (Isaías 63:9)
¿Recuerda cuando su padre o su madre tuvieron que restringirle sus movimientos, para que el doctor pudiera administrarle la dolorosa inyección? Quizás recuerde algún comentario de su parte, diciendo que, toda la experiencia le dolía más a él que a usted. Eso es exactamente lo que Dios describe en este pasaje. En la mente del niño; esta acción parece totalmente incomprensible, pero cuando llegamos a tener hijos propios, la enfrentamos sin ningún problema, entonces empezamos a entender que clase de padre tenemos en realidad. Él mismo traspasó los cielos para padecer toda nuestra agonía y sufrimientos. (Hébreos 2. 17-18)
¿Dónde está Dios cuando sufrimos? Él está donde esta el dolor, la enfermedad, la soledad, la depresión, herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados, el castigo de nuestra paz fue sobre él (Isaias 53:5). Dios no se levanta y se va cuando llegan los tiempos dificiles, sino que se queda ahí con nosotros, siempre consciente del dolor por el cual estamos pasando.
Dios entiende todo aquello por lo que pasamos, ninguna de nuestras angustias o debilidades se escapa de su atención, además el actúa para salvarnos y rescatarnos.
Hebreos 2:17-18 «Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados».
Hebreos 4:14-16 «Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro».