«Ahora, que el Dios de paz los haga santos en todos los aspectos, y que todo su espíritu, alma y cuerpo se mantenga sin culpa hasta que nuestro Señor Jesucristo vuelva. 24 Dios hará que esto suceda, porque aquel que los llama es fiel. 25 Amados hermanos, oren por nosotros«. (1 Tesalonicenses 5:23-25)
Estas palabras del apóstol Pablo me hacen recordar ciertas reuniones entre algunas amigas de la universidad; las horas pasaban rápidamente y luego de actualizarnos en cada detalle de nuestras vidas, escribíamos una lista de peticiones y terminábamos orando unas por otras.
Años más tarde y después de habernos graduado volvimos a reencontrarnos. Como en los tiempos estudiantiles revivimos aquellas reuniones de amistad y oración espontanea, pero ahora casadas, con hijos y con algo menos de tiempo. Después de traer a memoria recuerdos y anécdotas, en medio de risas y llantos, reflexionamos sobre las listas de peticiones y caíamos en cuenta que Dios había contestado cada punto de una u otra forma y muy pocas cosas quedaban aun en «la bandeja de entrada del correo de Jesús».
Cada instante de la vida tiene sus propias preocupaciones, por lo tanto muchas de las oraciones iban encaminadas a las necesidades del momento, como poder pagar el semestre, terminar la carrera, encontrar la pareja idónea y otras «pequeñas» peticiones que por pequeñas no dejaron de ser contestadas por nuestro Dios.
Ya no disponemos del mismo tiempo para reunirnos como antes, pero aun así en la última reunión escribimos nuevamente las peticiones. Ya no es tan fácil apartar una tarde prolongada hasta la madrugada para hablar y hablar, pero decidimos seguir conectadas orando unas por otras aunque estemos lejos.
Cuando hago que las peticiones y necesidades de mis amigas sean también mis peticiones delante de Dios, me hago sensible a sus necesidades y de alguna forma nos mantenemos cerca aunque estemos lejos. De alguna manera el Señor usa esa intercesión para mantener vivos los lazos de amistad y de paso nos saca del egoísmo propio del ser humano.
El apóstol Pablo vivió experiencias similares, pues muchas veces estableció vínculos afectivos con muchas personas o hijos espirituales, que debido a su ministerio viajero nunca más volvió a ver. A través de la oración por ellos se mantuvo cerca. Se alegró en sus alegrías y lloró ante sus tristezas. Nuca dejó de dar gracias a Dios por ellos y les escribió expresamente que también oraran por él.
«Pues ¿qué acción de gracias podemos dar a Dios por ustedes, por todo el gozo con que nos regocijamos delante de nuestro Dios a causa de ustedes, según oramos intensamente de noche y de día que podamos ver el rostro de ustedes y que completemos lo que falta a su fe?» 1 Tesalonicenses 3:9 – 10.
Ora por tus amigos o hermanos de la fe y hazles saber que no están solos, que alguien también ruega a Dios por ellos.
¡Qué alentador es tener un amigo que ora por nuestras necesidades!