Uno de los hombres más importantes dentro de la historia del cristianismo es el apóstol Pablo, conocido también como el apóstol de los gentiles.
Brillante, aún antes de ser creyente… un hombre destacado, respetado y temido. Su manera de actuar fue muy significativa. Tenía convicciones muy claras, al punto que fue un frenético perseguidor de cristianos, porque creía que haciendo esto honraba a Dios. Pero… sabemos que todo esto estaba dentro de los planes de Dios.
Fue testigo presencial de la muerte del joven diácono Esteban que encontramos en el libro de los Hechos en el capítulo 7:58, cuyas ropas pusieron a los pies de él. Y como dice la Palabra de desató una gran persecución contra los creyentes por lo que fueron esparcidos por las tierras de Samaria y Judea.
Pablo es un gran ejemplo de que para Dios ninguna persona es imposible de alcanzar, ni cambiar. El encuentro personal con el Señor Jesús se dio camino a Damasco y como él mismo lo relata varias veces, fue confrontado en ese viaje que tenía propósito de capturar y traer nuevamente a los cristianos a Jerusalén.
Como buen fariseo estaba convencido que ese movimiento cristiano creciente era muy peligroso para el judaísmo, por eso el odio tan grande y el afán de exterminarlos. Era realmente temido por los cristianos, por eso fue difícil convencer a los creyentes que se había convertido a Cristo.
Dios en su misericordia no desperdició nada de lo que Pablo era: su ciudadanía, su preparación, su trasfondo, aún sus mismas debilidades como persona.
Pablo fue un hombre sensible a la voz de Dios, y fue obediente a pesar de ser de una personalidad fuerte. Escribió cartas a varias iglesias, algunas de las cuales hacen parte del Nuevo Testamento.
Se codeó con gentes muy importantes y habló de Cristo sin temor delante de muchos.
La meta en la vida de Pablo era glorificar a Dios. La predicación del evangelio fue el don y el llamado de Pablo y no podía dejar de predicar aunque quisiera. Estaba supeditado a hacer lo que Dios quisiera, usando sus dones para la gloria de Dios, tal como dice 1 Corintios 9:16: Pues si anuncio el evangelio no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio.
Lidió con el problema de los falsos maestros que desafiaban el ministerio y la autoridad que como apóstol tenía Pablo. Pero su defensa fueron su sinceridad, su amor por Cristo y la preocupación por la gente.
Esta debe ser nuestra motivación en el día de hoy: amor por Cristo y la gente y ser sinceros.
Al igual que con Pablo, Dios tiene planes con cada uno de nosotros, por eso debemos manifestar la misma preocupación de Pablo, por la correcta enseñanza de la Palabra en nuestras iglesias y como él mismo lo decía, poder expresar también: Para mi el vivir es Cristo y el morir es ganancia…