14 pero he aquí que yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón.
No cabe duda de que no es una invitación muy atractiva que digamos (ni siquiera viniendo de Dios); el desierto se caracteriza por ser un lugar desolado que maneja temperaturas extremas, un lugar de muy poca vegetación donde es fácil perderse e incluso morir por falta de agua o alimento; por tanto, a primera vista no parece una invitación muy encantadora. Quizás porque estamos acostumbrados a otro tipo de invitaciones cuando de conquistar un corazón se trata, tal vez una salida a cenar o ver una película, unas lindas flores o los infalibles chocolates… ¡hay que impresionar! Pero definitivamente las cosas con Dios son muy diferentes al Señor no le interesa llenarte de grandes regalos para impresionarte a Dios le interesa revelarse a si mismo, su esencia, como alguien que no tiene nada que ocultar, pero si mucho para ofrecerte y es allí en el desierto en ese lugar lejos del ruido del mundo y de toda influencia, lejos de toda distracción y superficialidad en donde tendrás una audiencia privada con el rey de reyes.
Llama la atención que el versículo comienza diciendo “yo la atraeré” en ningún momento dice “yo la forzare”, “yo la llevare de los cabellos”; “yo le daré chocolates para que me siga”; “yo la amenazare para que venga” … ¡No! Estas son las estrategias de seducción de satanás, pero no de nuestro Dios. El Señor en una muestra de amor y misericordia que sobrepasa todo entendimiento dice “yo la atraeré a mí mismo” y la llevare a un lugar donde solo estaremos e l/ ella y yo. Es así como, una vez aceptas a Jesucristo como salvador y eres libre de la esclavitud de Egipto y Faraón (Satanás) el Señor permitirá algunos desiertos en tu vida, en tus relaciones personales, laborales y/o familiares para que los busques, lo conozcas y entiendas que en esos tiempos de sequía solo Dios es suficiente. No te preocupes, el Señor mismo caminara contigo, así lo prometió en Éxodo 33.14 “Y él dijo: Mi presencia irá contigo, y te daré descanso”, una presencia tan real como lo es la presencia del Espíritu Santo en tu vida; tampoco nos faltara el sustento básico porque la Palabra del Señor dice en Juan 6:35 “Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás”, siendo él la fuente de vida.
¿Qué debemos hacer entonces mientras estamos en el desierto? Lo primero es ponerte de pie y empezar a caminar, el desierto no te atravesara a ti, sino que eres tu quien atraviesa el desierto para llegar a la tierra prometida a esa promesa que el Señor te ha dicho solamente a ti y que tu abrazas fervientemente. En segundo lugar, alimentarse de la palabra de Dios, allí encontraras sustento, instrucciones y guía para el trayecto y, por último, orar, porque esa es la manera como nos relacionamos con nuestro Padre Celestial; como hijos, podemos escuchar su voz suave y apacible que nos instruye, consuela y fortalece. Es una tierra hostil, no tenemos el entrenamiento suficiente para enfrentar desafíos o peligros, ni contamos con el equipo adecuado para hacerlo, pero el Señor promete en Éxodo 23.20 “He aquí, yo enviaré un ángel delante de ti, para que te guarde en el camino y te traiga al lugar que yo he preparado” Dios no escatima en recursos cuando de un hijo suyo se trata, no solamente te equipa para afrontar los desiertos en tu vida, no solamente camina contigo, sino que también envía a su Ángel (Jesús) para que vaya delante de ti peleando con tus enemigos y asegurando tu entrada, tu posesión y victoria en Cristo Jesús Señor nuestro.