Ya no es noticia de que el mundo está sufriendo una terrible pandemia por causa del Coronavirus. Es una enfermedad que nos desnuda a ricos y pobres y que nos recuerda que no somos nada si no fuera por la misericordia de Dios.
Sin embargo para los cristianos la pandemia pone una presión fuerte sobre nuestra fe, porque prueba si realmente confiamos en Dios. Pero el mundo cada día más interconectado por la tecnología, nos muestra los números de contagiados y aun a los seres queridos que mueren en la soledad por centenares, y los mensajes que salen informando al mundo indicando como avanza el virus. Por supuesto que estas noticias para los que tenemos el corazón palpitando en esos lugares de riesgo, nos llenan de incertidumbre, miedos, terror y angustia, incluso a los creyentes y tendríamos que ser unos seres no humanos, para no sentir ni un poquito de temor. Y aun los que no tienen un Dios Grande y Poderoso como el nuestro también se afligen.
Podríamos decir y ¿Dónde está nuestra fe? Hermanos qué fácil me resulta para mí decirles ahora que mi fe es igual a la fe de ustedes, que no saben (o tal vez sí) que es tener dos hijos y nietos y familiares, en el ojo del huracán del destructor «Coronavirus».
Quiero que sepan hermanos míos, que aunque nuestros hijos estén andando por calles de muerte, nosotros seguimos confiado que Dios está con nosotros y que ninguno de ellos está contagiado ni han perdido sus empleos. Y esto ha sido absolutamente por la misericordia de Dios, y mis hijos y nosotros como padres estamos sometidos a la prueba de nuestra fe en cada instante y es la fe en Cristo de donde viene esa fortaleza. No es una fe emocional, es una fe sometida a prueba de las circunstancias. Ahora más que nunca debemos estar unidos en oración por nuestra Iglesia con en esa fe hasta que alcancemos la fe espiritual que viene de Dios.
Después de contar este testimonio y agradecer el Evangelio de Jesús el Salvador y Sanador, es que vine a comprender que esto que estamos viviendo todos los hombres de la tierra. Dios tiene mucho que decirle a la iglesia, por los sufrimientos de las familias, que son sus ovejas que ahora están aisladas y donde ya no podemos congregarnos en las alabanzas y en la mesa donde Jesús nos predica los evangelios para bendecirnos a cada uno.
Ahora como parte de la iglesia tengo que entrar en compasión por aquellos que necesitan de esta fe que les he contado, para que esta tragedia que muchos estén pasando y que cualquiera de los hermanos no se sienta tan solos y puedan ver que Dios no los ha dejado solos.
Creo que tenemos que hacer un alto en el camino como Iglesia, acompañando a nuestro Pastor en la misión de la iglesia y el mejor ejemplo lo enseña Jesús. Detengámonos un poco de los afanes donde el mundo nos ha metido, pensando que la vida que llevamos será igual mañana, incluso si desobedecemos a Dios y no lo buscamos.
Entonces miremos ahora mismo… Jesús en la enseñanza a la iglesia no hablaba de cómo era Él, ni de lo que podía hacer con su poder; primero servía al necesitado, inclusive a los que ni siquiera lo seguían ni lo conocían. Él tenía compasión por sus ovejas y siempre buscaba al creyente perdido, sanando ciegos, sordos, mujeres con flujo de sangre, paralíticos y leprosos, entre otros, porque tenía compasión de ellos.
Hoy la iglesia debe cumplir con la misión de Cristo, acordándose de los que sufren, sin importar que a muchos ya no les agrade la palabra de Dios. Puede ser que las situaciones adversas de la vida estén influyendo en tu fe, pero cuando estamos pasando por la tormenta, es ahí donde Jesús nos ayuda y nos dice «no temas que yo estoy contigo y quiero probar tu fe».
Deja que el Creador toque tu vida, pues su intención es moldear tu vida. Te invito en este tiempo de aflicción que esperes con fe en Dios y espera lo que Él hará en la sociedad y en la iglesia.
Esta palabra del apóstol Pablo nos viene en bendición para muestra congregación,
«Sin embargo, lo que ahora sufrimos no es nada comparado con la gloria que él nos revelará más adelante». Romanos 8:18 NTV.