El rey David no pudo edificar el templo porque había derramado mucha sangre. Pero preparó todo para que su hijo Salomón hiciera la obra. Ese templo era la casa de Dios y era una casa de oración. En el momento único de su inauguración esta es la hermosa oración colectiva liderada por el rey ante todo el pueblo.
1 Reyes 8:22-56: «Luego se puso Salomón delante del altar de Jehová, en presencia de toda la congregación de Israel, y extendiendo sus manos al cielo dijo: Jehová Dios de Israel, no hay Dios como tú, ni arriba en los cielos ni abajo en la tierra, que guardas el pacto y la misericordia a tus siervos, los que andan delante de ti con todo su corazón que has cumplido a tu siervo David mi padre lo que le prometiste; lo dijiste con tu boca, y con tu mano lo has cumplido, como sucede en este día»,
He aquí el rey frente a toda la congregación. El rey de Israel reconoce la grandeza y majestad de Dios frente a su pueblo y eleva al cielo su oración de la que participa el resto de los presentes. La oración es colectiva porque todos están allí, no porque todos hablen a Dios a la vez. Él hablaba, el resto escuchaba y participaba de este momento solemne, maravilloso entre Dios y su pueblo.
El reconocimiento público de Salomón que Dios cumplió su promesa a su padre David porque él mismo había sucedido en el trono a David. Sigue la oración de Salomón por toda la descendencia de David más allá de él. Esto fue conforme a la Palabra de Dios. Salomón dice: yo he sucedido a mi padre como prometiste que iba a ocurrir, pues bien que siga la descendencia hasta el Cristo que todos esperamos.
Salomón sabe que la obra que hizo era maravillosa pero nada comparado con la grandeza de Dios pero aun así, el rey sabía que Dios escucharía su oración. Esa es una certeza que nosotros también debemos tener cuando sabemos que aquello por lo que oramos está de acuerdo a la Palabra de Dios.
Salomón continua: «Con todo, tú atenderás a la oración de tu siervo, y a su plegaria, oh Jehová Dios mío, oyendo el clamor y la oración que tu siervo hace hoy delante de ti; que estén tus ojos abiertos de noche y de día sobre esta casa, sobre este lugar del cual has dicho: Mi nombre estará allí; y que oigas la oración que tu siervo haga en este lugar. Oye, pues, la oración de tu siervo, y de tu pueblo Israel; cuando oren en este lugar, también tú lo oirás en el lugar de tu morada, en los cielos; escucha y perdona».
Qué maravilloso Dios y Padre tenemos. El rey pide por aquellos fuera de Israel y Dios registró esta oración para nuestro conocimiento y nuestra bendición. Grande fue el amor por Dios y conocimiento del corazón de Dios que tuvo Salomón. Es como la oración en la Primera epístola a Timoteo en donde Pablo le exhorta a Timoteo que ore por todos los hombres. ¿Cuántas veces pensamos erróneamente que Dios ha cambiado su deseo de bendecir a todas las personas?
Maravilloso momento de la historia del pueblo de Dios. Uno no puede menos que extasiarse viendo estas grandezas por parte de estos hombres que son ejemplo para estos días.
Es emocionante ver el corazón de Dios para su pueblo. Y las condiciones para responder las oraciones no han cambiado a lo largo de la historia de la humanidad.
Padre Amado, así como estuviste con Salomón y prestaste oído a sus palabras, así mismo hoy escuchas nuestro clamor por nuestro pueblo, pues tú eres el Dios inmutable, El mismo ayer y por siglos de los siglos, Amén.