Hacedores de discípulos

«Y en su nombre pondrán las naciones su esperanza«. Mateo 12:21

Nuestro trabajo, dado por Dios, es de alcanzar a las naciones, Jesús dijo: «Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo» (Mat. 28:19) La salvación y vida abundante que hemos recibido debe ser compartida a todos los que nos rodean.

El Señor Jesús nos habló de muchas maneras, encomendándonos la tarea de evangelizar, él dijo: «Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder». (Mat. 5:14) Somos llamados a ser luz resplandeciente en la oscuridad, para muchos que aún caminan en las tinieblas. Tenemos la valiosa carta de presentación: «(Jesús) Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida». (Juan 8:12)

También nos dijo: «Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres». (Mat. 5:13)

Somos llamados a llevar la Palabra de sazona y le da sentido a la vida, esa Palabra que nos preserva del mal.

Otra tarea es ser testigos de su grandeza a lo largo y ancho de la tierra: «pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra» (Hechos 1:8)

Muchas veces la tarea nos acobarda pero el Señor nos recuerda quienes somos en él y nos dice: «Más vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable» (2 Pedro 2:9)

El mundo tiene más de siete mil millones de habitantes y va creciendo. Cada uno de ellos pasará la eternidad en uno de dos lugares: con Dios, en el cielo, o con el enemigo, sufriendo, en el infierno. Esto es una realidad aunque muchos lo tomen ligeramente o digan esto es imposible, o quizás ni quieran pensarlo.

Alcanzar a siete mil millones de habitantes es demasiado para uno, pero es hora que la iglesia regrese a su primer amor y a la obediencia. Es hora que alcancemos al mundo entero.

Oremos y pidamos al Señor que nos guíe, somos un solo cuerpo y todos tenemos que trabajar juntos para cumplir con este trabajo, evitemos que cada día mueran más personas sin Cristo. Él te dará la sabiduría (Santiago 1:5) de cómo hablar y como acercarse a ellos. Todos podemos intentar hacerlo y alcanzar personas, nadie tiene excusa.

El mundo necesita desesperadamente a Dios y nosotros tenemos el trabajo de compartir el mensaje de salvación. Pídele a Dios que te de amor por los perdidos y te guíe sobre quienes puedes alcanzar este año, pues es un compromiso con Dios. Probablemente no será fácil y seguro que el enemigo te tratara de pararte y vencerte, pero, ¿si Dios está con nosotros, quien contra nosotros? (Rom. 8:31) «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» Filipenses 4:13.

Recuerda que se requiere de fidelidad y una búsqueda continua de Dios «y en su nombre pondrán las naciones su esperanza«.