En la actualidad es muy fácil adquirir deudas. Algunas veces hacemos préstamos para invertir en una vivienda, un negocio o un vehículo, pero no siempre pensamos con cabeza fría a la hora de endeudarnos. Muchas veces somo emocionales y descontrolados y adquirimos compromisos que superan nuestra capacidad financiera.
Cuando leemos la Biblia entendemos sin duda lo que Dios opina de las deudas, los dos versículos siguientes hablan con claridad sobre este tema tan grave para millones de personas:
«No debas a nadie nada, sino el amaros unos a otros, porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley». (Ro 13:8).
«El rico se enseñorea de los pobres, y el que toma prestado es siervo del que presta». (Prov. 22:7).
Es muy común escuchar historias sobre personas que fracazaron financieramente por culpa de las deudas. Tristemente, nuestra sociedad ha asimilado la filosofía de «Compre ahora y pague después» y nos endeudamos fácilmente. Dios no quiere que su pueblo incurra en deudas innecesarias, lo único que hemos de deber a los demás es nuestro amor, el cual debemos de dar libremente y en maneras tangibles.
¿Por qué le interesan tanto al Señor nuestras deudas? El precio del endeudamiento es alto, Dios sabe que mientras sigamos con ataduras financieras, no seremos completamente libres ni felices. Estaremos subyugados a quienes posean el título de propiedad sobre nuestras deudas.
Escuchamos el quejido del corazón de una viuda que dejó el profeta Eliseo: «Tu siervo, mi marido, ha muerto, y tú sabes que tu siervo temía al Señor; y ha venido el acreedor a tomar a mis dos hijos para esclavos suyos». (2 Reyes 4:1),
A raíz de la muerte de Eliseo, su familia estaba endeudada hasta el cuello, la viuda no tenía más activos dejados por su esposo «El Profeta», el acreedor quería vender a los hijos de Eliseo y la viuda como esclavos para que pagaran sus deudas con trabajo forzoso.
¿Cómo podría una madre permitir que sus hijos hagan trabajos forzosamente para pagar una deuda que su padre les había dejado?
Sin embargo eso exactamente es lo que hacemos todos los padres cuando enseñamos a nuestros hijos a endeudarse muchas veces sin necesidad, ellos se ven obligados a pagar por nuestra insensatez.
Dios lo que quiere es que aprendamos a vivir libres y tranquilos, no como esclavos de las deudas. Si usted aplica los principios de Dios a su vida, muy seguramente lo logrará. Empiece trazándose una meta de gastar menos, maneje mejor su presupuesto. No importa que sus ingresos sean mínimos, cuando usted obedece a Dios diezmando, está diciéndole al Señor que confía en él y en su palabra que dice «Traed todo el diezmo al alfolí, para que haya alimento en mi casa; y ponedme ahora a prueba en esto —dice el Señor de los ejércitos— si no os abriré las ventanas del cielo, y derramaré para vosotros bendición hasta que sobreabunde.