Se acerca un nuevo año y muchos de nosotros miramos en retrospectiva y evaluamos lo que hicimos este año. Tal vez quedaron tareas pendientes o actividades que quisimos realizar, lo cual nos lleva a proyectar nuevos planes para el siguiente año. Diciembre es un mes de nostalgias y de sueños, de evaluaciones y de cambios, de proyectos y anhelos. En esta época hacemos planes, fijamos metas y esbozamos lo que deseamos para el próximo año.
A la hora de proyectar nuestra vida y fijar los rumbos que tomaremos, muchas veces olvidamos consultar a Dios. Tal vez pensamos que el Señor es nuestro guía espiritual y que no es necesario hacerlo participe de las decisiones cotidianas como planear unas vacaciones, cambiar de empleo, radicarnos en otro país o hacer cualquier otra actividad en la cual nos sentimos capacitados para tomar una buena decisión. A veces no consultamos a Dios por el temor a que sus instrucciones vayan en dirección opuesta a nuestros impulsos y deseos.
Cuando tomamos decisiones sin consultar con Dios, de cierto modo estamos jugando a tirar los dados al azar; habrá posibilidades de obtener un número alto pero en las mismas condiciones estaremos bajo el riesgo de obtener la suma de puntos más baja. Cuando decidimos involucrar al Señor en nuestra vida y dejamos que Él nos ayude a fijar los planes, estaremos seguro puesto que nos guiará por el mejor camino, donde encontraremos bendiciones y tal vez tropiezos preparados para fortalecer nuestras debilidades.
El salmista lo expresó con gran sabiduría cuando dijo: Encomienda al Señor tu camino, pon tu camino delante del Señor y confía en él…
Dios es creador de todo y en Él se puede confiar y estar seguro. La confianza puesta en Dios siempre llevará a puerto seguro porque aún cuando las tempestades se levanten, Dios está con nosotros y nos rodeará de su gloria. “El corazón del hombre piensa su camino; más el Señor endereza sus pasos.” Proverbios 16:9.
¡Al momento de escribir tus planes con lápiz debemos recordar que Dios tiene en su mano el borrador!